Celos que matan
Por Dr César Lozano
“César, ¡mi matrimonio se ha vuelto un
infierno!” Así inicia un mail que recibí esta semana, donde la mujer
que me escribe se queja amargamente del atosigamiento y vigilancia
continua que recibe por parte de su marido. Preguntas incesantes,
espionaje a llamadas recientes y mensajes de texto en el celular,
llamadas continuas para preguntar dónde está y con quién.
Una historia que se repite tanto en
matrimonios como en noviazgos, y muchas veces, sin antecedentes que
hagan prender los focos de vigilancia a la pareja.
¡Ah, los celos! Todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida, o muchas tal vez, ese sentimiento incómodo y dañino que nos hace perder la cabeza y cometer acciones de las que al final habremos de arrepentirnos.
Los celos son emociones que se generan en la mente de quien piensa que el amor de alguien a quien considera de su pertenencia, puede serle arrebatado. Siente esa relación amenazada y, desde el instante que lo advierte, es presa de una inquietud que le corroe la tranquilidad y sufre una constante sensación como si trajera una ansiedad hecha nudo en la garganta. Eso lo vemos principalmente en las relaciones amorosas y es, en esos casos, en que los desenlaces son más dolorosos y traumáticos.
Desgraciadamente los celos son tan naturales como el amor y el odio y hasta pueden parecer normales cuando la persona que se siente celada, los percibe como una muestra de amor. Es decir, que los celos pueden causar gozo y sufrimiento. Sin embargo, cuando son constantes y por cualquier circunstancia, se transforman en celos obsesivos, molestos, y la relación puede tornarse insoportable.
Sobre los celos se han hecho muchos estudios y algunos muy profundos, pero en este caso quiero solamente hacer un repaso sobre las situaciones en las que pueden aparecer los celos y la forma cómo podemos sobreponernos a tan nefasto sentimiento.
Aunque el fenómeno de los celos puede hacer su aparición en todo tipo de relaciones interpersonales, como entre hermanos, amigos, compañeros de trabajo, compañeros en la práctica deportiva, y desde luego en los noviazgos, los celos más perjudiciales, los de mayor trascendencia dolorosa, los que causan mayor desgaste espiritual y pueden afectar lamentablemente a terceros, como en el caso de los hijos, son los celos entre esposo y esposa.
Lo que pasa es que los humanos poseemos un profundo deseo de ser únicos en el amor, exclusivos, y eso lo manifestamos desde nuestros primeros años, cuando exigimos el cuidado constante, el apego y el amor exclusivo de nuestra madre.
Hasta en los animalitos en su etapa de bebés, se manifiesta que buscan el regazo y la atención de su madre no por la necesidad de alimentación, sino por buscar la seguridad. En su teoría del apego, el psicoanalista inglés John Bowlby estudió eso en los seres humanos y concluyó que en ellos se conserva la tendencia a una figura de apego durante toda la vida. La madre que es figura del apego inicial, puede, con el tiempo, ser sustituida por otra persona: la pareja.
¿Cómo nos damos cuenta que somos presas de ese terrible sentimiento de los celos? O por el contrario: ¿Cómo podemos percatarnos de que somos víctimas de una persona celosa? Permítanme decirles que si advierten cualesquiera de las siguientes situaciones, ¡cuidado! Los celos son causantes de escenas escandalosas entre dos que piensan que se aman y pueden ocasionar el fracaso de la relación. Y la verdad es que no hay inmunidad; afloran en el momento menos pensado y sus consecuencias son casi siempre desastrosas.
Si tu pareja recibe una llamada, ¿pelas la oreja para saber quién le llama, o le insistes en que te lo diga? Si están en algún grupo, ¿estás nada más “checando” sus movimientos? Si es amable con alguna persona del sexo opuesto ¿te incomodas? ¿Te molesta que se vista atractivamente, porque piensas que es para agradar a alguien? ¿Si te dice que admira a alguien, quieres parecerte a esa persona? ¿Te angustias cuando tienen que separarse por cortos períodos? ¿Si se le queda viendo a alguien, se te alteran los nervios? ¿Si ves que alguien es amable, piensas que lo que quiere es robarte su cariño? ¿Le checas el bolso o la cartera? ¿Revisas constantemente el directorio de su celular? ¿No sientes tenerle plena confianza? ¿Sientes intranquilidad si conocen a un hombre guapo o a una mujer bonita, según el caso? ¿Crees que si le das libertad en sus actos, te va a ser infiel? ¿Exiges que te avise si sale a alguna parte? ¿Espías sus movimientos “para sentirte seguro”? ¿Si ves que se tarda en llegar, piensas “que anda con alguien”? ¿No duermes por pensar que la puedes perder?
Si tú piensas así, tu autoestima y tu seguridad como persona está por los suelos. Sufrirás terriblemente por padecer esa nefasta enfermedad y le harás la vida imposible y desgraciada a quien dices amar. Por otro lado, si sientes que te tratan así, no está por demás que hagas lo posible por “poner pies en polvorosa” como vulgarmente se dice, y huir de esa relación tormentosa. De nada sirve pensar que “con el tiempo cambiará” o que “es que me quiere demasiado.”
Bien dice el refrán, palabras más palabras menos: “Si amas a alguien, déjale libre. Si es tuyo volverá, si no, es que nunca lo fue”. Desde el seno de la familia, desde las primeras amistades, el noviazgo y finalmente el matrimonio, debemos evitar querer tener todo bajo control y querer encontrar una respuesta a todo cuanto nos pasa. Siempre habrá personas mejores y peores que nosotros; más guapos y más feos; más altos y más chaparros; más inteligentes y más ignorantes; no queramos que todo ocurra como nosotros pensamos que tiene que ser.
Debemos tener plena confianza en nosotros mismos. Entender que valemos por lo que somos y que tenemos una gran capacidad de amar y de ser amados. Debemos confiar plenamente en quien elegimos para marchar juntos por la vida, puesto que nadie nos lo impuso, y tratar de ser felices, de vivir en plenitud y llenar nuestra mente con pensamientos buenos y nobles. Nunca permitir que el fantasma de la duda y el temor, enferme nuestro corazón con el cáncer de los celos.
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
¡Ah, los celos! Todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida, o muchas tal vez, ese sentimiento incómodo y dañino que nos hace perder la cabeza y cometer acciones de las que al final habremos de arrepentirnos.
Los celos son emociones que se generan en la mente de quien piensa que el amor de alguien a quien considera de su pertenencia, puede serle arrebatado. Siente esa relación amenazada y, desde el instante que lo advierte, es presa de una inquietud que le corroe la tranquilidad y sufre una constante sensación como si trajera una ansiedad hecha nudo en la garganta. Eso lo vemos principalmente en las relaciones amorosas y es, en esos casos, en que los desenlaces son más dolorosos y traumáticos.
Desgraciadamente los celos son tan naturales como el amor y el odio y hasta pueden parecer normales cuando la persona que se siente celada, los percibe como una muestra de amor. Es decir, que los celos pueden causar gozo y sufrimiento. Sin embargo, cuando son constantes y por cualquier circunstancia, se transforman en celos obsesivos, molestos, y la relación puede tornarse insoportable.
Sobre los celos se han hecho muchos estudios y algunos muy profundos, pero en este caso quiero solamente hacer un repaso sobre las situaciones en las que pueden aparecer los celos y la forma cómo podemos sobreponernos a tan nefasto sentimiento.
Aunque el fenómeno de los celos puede hacer su aparición en todo tipo de relaciones interpersonales, como entre hermanos, amigos, compañeros de trabajo, compañeros en la práctica deportiva, y desde luego en los noviazgos, los celos más perjudiciales, los de mayor trascendencia dolorosa, los que causan mayor desgaste espiritual y pueden afectar lamentablemente a terceros, como en el caso de los hijos, son los celos entre esposo y esposa.
Lo que pasa es que los humanos poseemos un profundo deseo de ser únicos en el amor, exclusivos, y eso lo manifestamos desde nuestros primeros años, cuando exigimos el cuidado constante, el apego y el amor exclusivo de nuestra madre.
Hasta en los animalitos en su etapa de bebés, se manifiesta que buscan el regazo y la atención de su madre no por la necesidad de alimentación, sino por buscar la seguridad. En su teoría del apego, el psicoanalista inglés John Bowlby estudió eso en los seres humanos y concluyó que en ellos se conserva la tendencia a una figura de apego durante toda la vida. La madre que es figura del apego inicial, puede, con el tiempo, ser sustituida por otra persona: la pareja.
¿Cómo nos damos cuenta que somos presas de ese terrible sentimiento de los celos? O por el contrario: ¿Cómo podemos percatarnos de que somos víctimas de una persona celosa? Permítanme decirles que si advierten cualesquiera de las siguientes situaciones, ¡cuidado! Los celos son causantes de escenas escandalosas entre dos que piensan que se aman y pueden ocasionar el fracaso de la relación. Y la verdad es que no hay inmunidad; afloran en el momento menos pensado y sus consecuencias son casi siempre desastrosas.
Si tu pareja recibe una llamada, ¿pelas la oreja para saber quién le llama, o le insistes en que te lo diga? Si están en algún grupo, ¿estás nada más “checando” sus movimientos? Si es amable con alguna persona del sexo opuesto ¿te incomodas? ¿Te molesta que se vista atractivamente, porque piensas que es para agradar a alguien? ¿Si te dice que admira a alguien, quieres parecerte a esa persona? ¿Te angustias cuando tienen que separarse por cortos períodos? ¿Si se le queda viendo a alguien, se te alteran los nervios? ¿Si ves que alguien es amable, piensas que lo que quiere es robarte su cariño? ¿Le checas el bolso o la cartera? ¿Revisas constantemente el directorio de su celular? ¿No sientes tenerle plena confianza? ¿Sientes intranquilidad si conocen a un hombre guapo o a una mujer bonita, según el caso? ¿Crees que si le das libertad en sus actos, te va a ser infiel? ¿Exiges que te avise si sale a alguna parte? ¿Espías sus movimientos “para sentirte seguro”? ¿Si ves que se tarda en llegar, piensas “que anda con alguien”? ¿No duermes por pensar que la puedes perder?
Si tú piensas así, tu autoestima y tu seguridad como persona está por los suelos. Sufrirás terriblemente por padecer esa nefasta enfermedad y le harás la vida imposible y desgraciada a quien dices amar. Por otro lado, si sientes que te tratan así, no está por demás que hagas lo posible por “poner pies en polvorosa” como vulgarmente se dice, y huir de esa relación tormentosa. De nada sirve pensar que “con el tiempo cambiará” o que “es que me quiere demasiado.”
Bien dice el refrán, palabras más palabras menos: “Si amas a alguien, déjale libre. Si es tuyo volverá, si no, es que nunca lo fue”. Desde el seno de la familia, desde las primeras amistades, el noviazgo y finalmente el matrimonio, debemos evitar querer tener todo bajo control y querer encontrar una respuesta a todo cuanto nos pasa. Siempre habrá personas mejores y peores que nosotros; más guapos y más feos; más altos y más chaparros; más inteligentes y más ignorantes; no queramos que todo ocurra como nosotros pensamos que tiene que ser.
Debemos tener plena confianza en nosotros mismos. Entender que valemos por lo que somos y que tenemos una gran capacidad de amar y de ser amados. Debemos confiar plenamente en quien elegimos para marchar juntos por la vida, puesto que nadie nos lo impuso, y tratar de ser felices, de vivir en plenitud y llenar nuestra mente con pensamientos buenos y nobles. Nunca permitir que el fantasma de la duda y el temor, enferme nuestro corazón con el cáncer de los celos.
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
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