Somos lo que creemos
Por Dr César Lozano
Si logramos cambiar en forma positiva lo
que creemos de nosotros mismos, se producirá un cambio benéfico en
nuestras acciones. Recibí un mensaje en el que una mujer se queja
amargamente de lo mal que la ha tratado su marido en los últimos meses.
Me dice que por más que lo ha meditado, no encuentra la razón del porqué
de ese desprecio, ya que durante todo el tiempo que llevan juntos se
ha esforzado por satisfacerle al hombre sus necesidades e inclusive sus
caprichos.
Se cuestionaba en qué había fallado. En
su mensaje se nota un gran sentimiento de inferioridad. Su autoestima se
percibe tan dañada, que resulta increíble que siendo víctima, se
sienta victimaria; ella se siente culpable del poco amor que su esposo
le brinda.
Nuestro comportamiento está íntimamente ligado a las creencias que uno tiene sobre sí mismo. Si creemos que valemos poco, eso manifestamos con nuestros actos; no somos atractivos. Nos sentimos indignos del cariño y el respeto de los demás. Si por el contrario, nos sentimos merecedores de eso y más, trataremos siempre de exponerlo.
Si logramos cambiar en forma positiva lo que creemos de nosotros mismos, se producirá un cambio benéfico en nuestras acciones.
Esto puede ser observado fácilmente en los hijos que se sienten amados, aceptados y valorados por sus padres. Su forma de reaccionar ante lo adverso es muy diferente a la de quienes carecen de esos afectos.
Recuerdo a una compañera de la preparatoria, que físicamente no era muy agraciada, (por no decir que era fea, ¡pero fea como un automóvil por abajo!). Sin embargo, ella sentía que estaba “buenísima”. Su forma de caminar, de sentarse o de expresarse era de tal forma, que llamaba la atención. Nunca le faltaban pretendientes. Bien dicen que: “siempre hay un roto para un descosido”.
Yo no entendía la fuente de su gran autoestima, hasta un día que estuvimos juntos en un equipo de trabajo. Teníamos la necesidad de realizar una tarea extra escolar y nos invitó a tres del equipo a su casa. Allí descubrí la razón del por qué se creía soñada. Al llegar, escuchamos la voz de su madre decir: “¿Ya llegó la más hermosa?”. Yo volteé la mirada buscando si alguien más había entrado en la casa, pero no vi a nadie. Mi compañera contestó con un “¡siiii!” sin titubeos, sin duda alguna que a ella se referían. Al poco rato entró su papá colmándola con una serie de piropos dignos de una princesa. Ella se sentía amada, valorada, querida y además, se sentía bella. Y realmente ¿bella?, para nada.
Los seres humanos podemos adoptar muchos estilos de vida. Entre ellos quiero enfatizar en dos:
Seres activos. Los que asumen la responsabilidad de sus actos, y de los actos que no puede evitar. Buscan el sí, en lugar del porque no. Analizan las posibilidades que tienen para salir adelante ante una situación imprevista. Reconocen sus fortalezas y las aplican. Son quienes determinan cómo reaccionar bien ante lo que les sucede.
En el otro extremo están aquellos seres que siempre se sienten víctimas. Los que responsabilizan a los demás de lo que les sucede. Tienen una baja autoestima y por lo tanto, se sienten incapaces de aceptar el amor, el aprecio y el reconocimiento de los demás. Contantemente “ven moros con tranchete” que los dañan o “les hacen” tal o cual cosa, sintiéndose así liberados de asumir la responsabilidad de sus propios actos.
¿Por qué algunas personas adoptan el rol de víctimas? Estoy convencido de que se debe a tres razones importantes:
Nuestro comportamiento está íntimamente ligado a las creencias que uno tiene sobre sí mismo. Si creemos que valemos poco, eso manifestamos con nuestros actos; no somos atractivos. Nos sentimos indignos del cariño y el respeto de los demás. Si por el contrario, nos sentimos merecedores de eso y más, trataremos siempre de exponerlo.
Si logramos cambiar en forma positiva lo que creemos de nosotros mismos, se producirá un cambio benéfico en nuestras acciones.
Esto puede ser observado fácilmente en los hijos que se sienten amados, aceptados y valorados por sus padres. Su forma de reaccionar ante lo adverso es muy diferente a la de quienes carecen de esos afectos.
Recuerdo a una compañera de la preparatoria, que físicamente no era muy agraciada, (por no decir que era fea, ¡pero fea como un automóvil por abajo!). Sin embargo, ella sentía que estaba “buenísima”. Su forma de caminar, de sentarse o de expresarse era de tal forma, que llamaba la atención. Nunca le faltaban pretendientes. Bien dicen que: “siempre hay un roto para un descosido”.
Yo no entendía la fuente de su gran autoestima, hasta un día que estuvimos juntos en un equipo de trabajo. Teníamos la necesidad de realizar una tarea extra escolar y nos invitó a tres del equipo a su casa. Allí descubrí la razón del por qué se creía soñada. Al llegar, escuchamos la voz de su madre decir: “¿Ya llegó la más hermosa?”. Yo volteé la mirada buscando si alguien más había entrado en la casa, pero no vi a nadie. Mi compañera contestó con un “¡siiii!” sin titubeos, sin duda alguna que a ella se referían. Al poco rato entró su papá colmándola con una serie de piropos dignos de una princesa. Ella se sentía amada, valorada, querida y además, se sentía bella. Y realmente ¿bella?, para nada.
Los seres humanos podemos adoptar muchos estilos de vida. Entre ellos quiero enfatizar en dos:
Seres activos. Los que asumen la responsabilidad de sus actos, y de los actos que no puede evitar. Buscan el sí, en lugar del porque no. Analizan las posibilidades que tienen para salir adelante ante una situación imprevista. Reconocen sus fortalezas y las aplican. Son quienes determinan cómo reaccionar bien ante lo que les sucede.
En el otro extremo están aquellos seres que siempre se sienten víctimas. Los que responsabilizan a los demás de lo que les sucede. Tienen una baja autoestima y por lo tanto, se sienten incapaces de aceptar el amor, el aprecio y el reconocimiento de los demás. Contantemente “ven moros con tranchete” que los dañan o “les hacen” tal o cual cosa, sintiéndose así liberados de asumir la responsabilidad de sus propios actos.
¿Por qué algunas personas adoptan el rol de víctimas? Estoy convencido de que se debe a tres razones importantes:
- Sus sentimientos de autoestima están sumamente devaluados por diversos motivos. Generalmente por circunstancias negativas del pasado; eso les hace creer que el presente será igual y el futuro peor.
- Su imagen personal depende de que la gente los acepte. Cuando son criticados o ignorados, sienten que no valen lo suficiente como personas. Olvidan que eso es parte de la vida; que siempre habrá personas a quienes nos les agrademos. Que no somos ni seremos moneditas de oro para caerle bien a todos.
- Evitan enfrentar las situaciones difíciles que se les presentan en la vida porque temen el desenlace. Prefieren vivir el rol de espectadores, en lugar de protagonistas.
Cuando asumimos la responsabilidad de lo que hacemos empezamos a tomar control de nuestra vida. No podemos vivir con la creencia de que ser felices depende de los demás. Ese sentimiento debe de nacer de nuestro interior y sobre todo expresarla cada día diciéndonos: “¡Hoy decido ser feliz!” Sé que es imposible agradar a todo el mundo y no cometer errores. Somos lo que creemos ser. Valemos por lo que decidimos y creemos valer. Por eso te recomiendo que busques una frase que te recuerde cuán valioso eres. Piensa en una que te convenza. Por ejemplo: “¡Valgo mucho y merezco mucho! Me reconozco hijo de Dios y por lo tanto soy sumamente amado y bendecido.”
Cambia tus propias creencias y verás cambios positivos inmediatos en tu vida. Y cuando te digan: ¡Te crees mucho! Tú contesta: “No es que me crea mucho; lo que pasa es que tú te crees poco.”
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
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