¿En qué momento?
Por Dr César Lozano
Existe una línea casi imperceptible, muy
poco detectable, entre el expresar amor o indiferencia; entre una
explosión de alegría o hacer el ridículo; entre el silencio y la
tibieza; entre el respeto y el miedo; entre extrañar o querer
controlar. Es una línea que si la traspasamos, cambia totalmente
nuestras relaciones.
¿En qué momento pasamos de esa línea?
Hay quienes tienen la fortuna de detectarlo a tiempo y toman cartas en
el asunto en forma inmediata. Están atentos y conscientes de sus actos o
tuvieron la fortuna de tener a su lado a alguien que se los advirtió.
Hace unos días estaba en un restaurante, y como siempre: me gusta hacer un breve repaso visual del lugar y observar a quienes coincidimos en ese momento.
Hace unos días estaba en un restaurante, y como siempre: me gusta hacer un breve repaso visual del lugar y observar a quienes coincidimos en ese momento.
Quiero advertir que soy observador ¡no
víbora! Al ver a quienes estaban allí, detecte algo que estoy seguro que
si tú eres igual de observador que yo, lo habrás notado en alguna
ocasión. Pude observar, y no es la primera vez, a quienes van a un
restaurante “literalmente” a comer y se privan de la oportunidad de
hacer de esos momentos, algo memorable. No los aprovechan en utilizar
una de las poderosas estrategias de comunicación que Dios nos ha dado a
los seres humanos: el diálogo. Están sentados a la mesa, “acompañados”
sólo por sus pensamientos, sumidos en ellos. Con la vista fija en su
plato y consumiendo su contenido sin dirigir palabra alguna a quien o a
quienes tienen a su lado.
Se percibe en sus lentos movimientos un aire de indiferencia, de hastío.
¿En qué momento permitimos que el aburrimiento penetre en nuestras vidas? ¿En qué momento tomamos la decisión de quitar el ingrediente del entusiasmo por las cosas “simples”? Traspasamos la línea que hay entre la cordialidad y el diálogo, entrando al espacio de la apatía.
¿En qué momento permitimos que el aburrimiento penetre en nuestras vidas? ¿En qué momento tomamos la decisión de quitar el ingrediente del entusiasmo por las cosas “simples”? Traspasamos la línea que hay entre la cordialidad y el diálogo, entrando al espacio de la apatía.
Esa situación es común en muchas
familias que desperdician esa oportunidad que nos procura el comer
juntos; esa ocasión de poder compartir nuestros momentos significativos
del día. Admiro profundamente a quienes aun y que los años de
convivencia han sido muchos, procuran hacer del diálogo y la alegría, un
hábito.
¿En qué momento dejas de fomentar la
unión y la convivencia familiar, por tratar de “disfrutar más tu vida”,
olvidando que tu dedicación y amor es el legado más grande que puedes
dejar a los tuyos?
Creemos que solamente en la etapa del
cortejo o el enamoramiento se suscita el diálogo espontáneo y los
detalles mutuos, y no tiene porque ser así. Si lamentablemente tú eres
ese grupo ¿en qué momento diste cabida en tu vida a ese veneno que
destruye las relaciones de amor o amistad? Así como observé a quienes
hacen del comer un momento “X”, es decir: “ni fu, ni fa”, me di cuenta
de quienes por comer de más, traspasan la línea que hay entre el placer
que aporta este acto, y la gula desmedida. No les importa que ya se
sientan satisfechos, siguen expandiendo su estómago comiendo de más y
acostumbrándolo a eso, obviamente con las consecuencias que tal vicio
conlleva.
¿En qué momento dejamos de cuidarnos y
nos abandonamos? ¿En qué momento deja de importarnos la salud y el
agradarnos a nosotros mismos por causa de algún vicio? Es tan delgada
la línea, que muchas veces no la detectamos. Para cuando acordamos, las
“lonjas” en el abdomen nos cambian la figura. La papada se recarga sobre
el pecho, las tallas de la ropa aumentan significativamente. Hay
quienes se consuelan porque cuando preguntan: “¿Estoy bien gordo
verdad?” No falta quien, en su afán de hacerles sentir bien les dice:
“¡No, qué va! ¡Te ves bien sanito! ¡Esos cachetes te sientan rebien!”
Si, cómo no…
Hay hombres y mujeres que pasaron la
etapa del enamoramiento y la del verdadero amor en forma tan rápida, que
ya nos les importa agradar a su pareja. ¡Se dejan, se abandonan! Evitan
cuidar su limpieza y apariencia. Permiten que aparezcan signos de vejez
prematura. ¿Cuántos hombres conoces – y de buena condición económica-,
que el fin de semana dejan de rasurarse, visten sus peores garras,
(léase ropa) andan fachosos y ridículos, escudándose con la excusa de:
“Al cabo estoy en familia y no tengo necesidad de arreglarme? Durante
todo el día se pasean con ese “short” guango mata-pasiones, con el
encuarte arrastrando, con esa playera de 3 tallas más grande, patas de
gallo o tenis que si los tiraran a la basura… ¡se los regresan! No es
por falta de dinero. Es porque son fachosos y dejados. Hay gente
humilde, de escasos recursos, pero dignamente presentable.
¿Qué es más importante que tu propia
familia? Nada. ¿Cuántas mujeres dejan de agradar a sus maridos porque ya
no se arreglan, ya no se ponen bonitas para él como lo hacían para
conquistarlo? Solamente en momentos que consideran significativos,
fiestas, bodas, etc., se peinan, se maquillan, sacan la belleza
escondida tras el desgano y la apatía.
¿En qué momento permites que entren en
tu vida ese aburrimiento, ese desinterés por tu propia persona y por los
que te rodean, al grado de que se vuelva un hábito en tu vida?
Cuidémonos de caer en las redes de esos nefastos enemigos. Detectemos a tiempo el peligro traspasar esa delgada línea que separa lo bueno de lo malo. Lo bonito de lo feo. El amor del desamor. El entusiasmo de la apatía. El tiempo pasa tan rápido que nos envuelve en su prisa y nos olvidamos de vivir por estar sólo sobreviviendo.
Cuidémonos de caer en las redes de esos nefastos enemigos. Detectemos a tiempo el peligro traspasar esa delgada línea que separa lo bueno de lo malo. Lo bonito de lo feo. El amor del desamor. El entusiasmo de la apatía. El tiempo pasa tan rápido que nos envuelve en su prisa y nos olvidamos de vivir por estar sólo sobreviviendo.
Para terminar, comparto contigo estas frases que me enviaron:
"Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca hiciste". Cuando Dios te quita aquello que apretabas firmemente, Él no está castigándote, sino simplemente abriendo tus manos para que reciban algo mejor. Concéntrate en esta frase: "La Voluntad de Dios, no te llevará a donde su Gracia no te proteja".
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
"Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca hiciste". Cuando Dios te quita aquello que apretabas firmemente, Él no está castigándote, sino simplemente abriendo tus manos para que reciban algo mejor. Concéntrate en esta frase: "La Voluntad de Dios, no te llevará a donde su Gracia no te proteja".
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
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