¿Lo Permito o Lo Provoco?
Por Dr César Lozano
Hola amigos seguramente conocen alguien que alguna vez dijo: “No se por qué me
pretenden solamente personas casadas o conflictivas.”
“Cada vez me asombra más la ineptitud de la gente con la que trabajo.”
“Por más que quiero, no puedo evitar preocuparme por estar pensando que el mañana siempre será peor.”
“Mi vida ha sido siempre motivo de conflicto para los demás.”
“Cada vez me asombra más la ineptitud de la gente con la que trabajo.”
“Por más que quiero, no puedo evitar preocuparme por estar pensando que el mañana siempre será peor.”
“Mi vida ha sido siempre motivo de conflicto para los demás.”
Frecuentemente escucho frases como ésas.
Expresiones que me ayudan a entender el concepto que compartió conmigo
en una entrevista la Lic. Leticia García, experta en logoterapia.
Durante dicha entrevista, ella mencionó una frase que me causó mucho ruido, al grado que la he estado meditando: “Mucho de lo que me pasa, o lo permito o lo provoco.”
Debo reconocer que en un principio no acepté este concepto, ya que en ese momento vinieron a mi mente sucesos en los cuales no tuve una ingerencia directa y pude haber sido víctima de decisiones o acciones de terceras personas que sin miramientos actuaron de determinada manera. Ni lo permití ni lo provoqué. Sin embargo, la forma de reaccionar ante lo que me ocurrió si dependía completamente de mí.
Nos permitimos sentir abatimiento cuando las cosas no salen como lo esperábamos y repartimos culpas, olvidando que la gente que nos rodea no piensa ni reacciona igual que nosotros. Cada quién tiene su ritmo de vida y su historia, que lo hacen actuar de cierta manera.
Permitimos agobiarnos utilizando la palabra “problema” en algún asunto difícil, en vez de pensar en palabras que nos motiven a solucionarlo, palabras como: “prueba” o “aprendizaje.”
Hemos permitido que comentarios de personas que actúan sin prudencia ni conocimiento de lo que estamos tratando, nos hagan sentir mal, cuando muchas de esas reacciones pueden estar fundamentadas en un sentimiento de envidia o de inferioridad.
Tal vez, tú has permitido que sucesos que no dependen de ti, te agobien de tal forma que pierdas la fe o la esperanza, sin pensar que tarde o temprano aquello que te mortifica pasará y será para bien.
No falta quién, por el excesivo amor que siente hacia alguien, se ciegue a tal grado que permita faltas a la integridad que afecten en gran medida su autoestima.
Duele ver cómo hay hombres y mujeres que permiten que se le pisotee su dignidad, permitiendo que quien dice amarles los trate mal, los ofenda, los haga sentir poca cosa y los colme de amenazas, que lo único que hacen es extinguir la flama del amor. El error está en creer que la felicidad depende única y exclusivamente de una persona, confundiendo el concepto del amor verdadero.
Qué triste es ver también cómo muchos padres de familia, en su afán por redimirse de la culpa que sienten por el poco tiempo que dedican a sus hijos, les permiten faltas de respeto, les solapan indisciplinas y los sueltan en el libertinaje. Todo eso puede evitarse, si los límites que se marcan están forjados en el amor.
Algunas veces provocamos todo tipo de agresiones de quienes nos rodean por la imprudencia o el poco tacto que tenemos al expresar lo que pensamos o sentimos.
Por eso es muy saludable hacernos la siguiente pregunta, ya sea que lo que hemos recibido de la vida, haya sido positivo o negativo:
¿Qué mensajes estoy enviando con mi forma de ser, con mi comportamiento o mis expresiones verbales, para que la gente me trate de esta forma?
No puedo dejar de afirmar que el reconocimiento constante que realizo a quienes me rodean, siempre provocará que ellos pongan su mejor esfuerzo, y más, si ven que eso mismo realizo.
Tanto tú como yo, podemos provocar constantemente manifestaciones de amor y respeto hacia nuestra persona, si ven y sienten que irradiamos eso mismo desde nuestro interior hacia ellos.
Es definitivo que gran parte de lo que nos pasa, lo permitimos o lo provocamos, y es precisamente esta primicia la que le da significado a la aceptación de nuestra responsabilidad de nuestros actos para con los demás. No pretendamos buscar culpables de todo cuanto nos pasa, porque lo único que logramos con esto, es llenar nuestro corazón de grandes dosis de resentimiento, coraje y frustración.
Es muy fácil provocar pensamientos negativos que fomenten emociones negativas que finalmente se convierten en actos negativos. Los pensamientos dependen única y exclusivamente de ti y tú eres el único que permite o no el acceso de ellos en tu mente.
No olvidemos que un pensamiento, provoca siempre un sentimiento, y un sentimiento provoca siempre una acción.
Mucho de lo que nos pasa, lo permitimos o lo provocamos. Analiza qué permites y qué provocas en tu vida.
¡Ánimo!
Hasta la próxia.
Durante dicha entrevista, ella mencionó una frase que me causó mucho ruido, al grado que la he estado meditando: “Mucho de lo que me pasa, o lo permito o lo provoco.”
Debo reconocer que en un principio no acepté este concepto, ya que en ese momento vinieron a mi mente sucesos en los cuales no tuve una ingerencia directa y pude haber sido víctima de decisiones o acciones de terceras personas que sin miramientos actuaron de determinada manera. Ni lo permití ni lo provoqué. Sin embargo, la forma de reaccionar ante lo que me ocurrió si dependía completamente de mí.
Nos permitimos sentir abatimiento cuando las cosas no salen como lo esperábamos y repartimos culpas, olvidando que la gente que nos rodea no piensa ni reacciona igual que nosotros. Cada quién tiene su ritmo de vida y su historia, que lo hacen actuar de cierta manera.
Permitimos agobiarnos utilizando la palabra “problema” en algún asunto difícil, en vez de pensar en palabras que nos motiven a solucionarlo, palabras como: “prueba” o “aprendizaje.”
Hemos permitido que comentarios de personas que actúan sin prudencia ni conocimiento de lo que estamos tratando, nos hagan sentir mal, cuando muchas de esas reacciones pueden estar fundamentadas en un sentimiento de envidia o de inferioridad.
Tal vez, tú has permitido que sucesos que no dependen de ti, te agobien de tal forma que pierdas la fe o la esperanza, sin pensar que tarde o temprano aquello que te mortifica pasará y será para bien.
No falta quién, por el excesivo amor que siente hacia alguien, se ciegue a tal grado que permita faltas a la integridad que afecten en gran medida su autoestima.
Duele ver cómo hay hombres y mujeres que permiten que se le pisotee su dignidad, permitiendo que quien dice amarles los trate mal, los ofenda, los haga sentir poca cosa y los colme de amenazas, que lo único que hacen es extinguir la flama del amor. El error está en creer que la felicidad depende única y exclusivamente de una persona, confundiendo el concepto del amor verdadero.
Qué triste es ver también cómo muchos padres de familia, en su afán por redimirse de la culpa que sienten por el poco tiempo que dedican a sus hijos, les permiten faltas de respeto, les solapan indisciplinas y los sueltan en el libertinaje. Todo eso puede evitarse, si los límites que se marcan están forjados en el amor.
Algunas veces provocamos todo tipo de agresiones de quienes nos rodean por la imprudencia o el poco tacto que tenemos al expresar lo que pensamos o sentimos.
Por eso es muy saludable hacernos la siguiente pregunta, ya sea que lo que hemos recibido de la vida, haya sido positivo o negativo:
¿Qué mensajes estoy enviando con mi forma de ser, con mi comportamiento o mis expresiones verbales, para que la gente me trate de esta forma?
No puedo dejar de afirmar que el reconocimiento constante que realizo a quienes me rodean, siempre provocará que ellos pongan su mejor esfuerzo, y más, si ven que eso mismo realizo.
Tanto tú como yo, podemos provocar constantemente manifestaciones de amor y respeto hacia nuestra persona, si ven y sienten que irradiamos eso mismo desde nuestro interior hacia ellos.
Es definitivo que gran parte de lo que nos pasa, lo permitimos o lo provocamos, y es precisamente esta primicia la que le da significado a la aceptación de nuestra responsabilidad de nuestros actos para con los demás. No pretendamos buscar culpables de todo cuanto nos pasa, porque lo único que logramos con esto, es llenar nuestro corazón de grandes dosis de resentimiento, coraje y frustración.
Es muy fácil provocar pensamientos negativos que fomenten emociones negativas que finalmente se convierten en actos negativos. Los pensamientos dependen única y exclusivamente de ti y tú eres el único que permite o no el acceso de ellos en tu mente.
No olvidemos que un pensamiento, provoca siempre un sentimiento, y un sentimiento provoca siempre una acción.
Mucho de lo que nos pasa, lo permitimos o lo provocamos. Analiza qué permites y qué provocas en tu vida.
¡Ánimo!
Hasta la próxia.
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