viernes, 20 de febrero de 2015

Un lugar llamado Cero Pensamientos.

  Un lugar llamado Cero Pensamientos

Por Dr César Lozano

¿Has visitado este maravilloso lugar?

Me gusta observar a las personas. Me llaman sobremanera la atención quienes con su sola presencia, tienen el don de transmitir paz y armonía.
He analizado los porqués y he llegado a una conclusión: son personas que practican algún tipo de disciplina que los ayuda a mantener la calma que transmiten a los demás. Son personas que, con frecuencia, tienen encuentros con ellas mismas; encuentros que las llenan de ese Ser Supremo que nos ha creado y que habita dentro de nosotros.
Son seres que saben desconectarse del mundo exterior para encontrar el oasis de paz y tranquilidad que llevamos en nuestro interior.
En un viaje que realicé al Oriente, sentí una gran emoción cuando entré en los templos budistas y observé a los monjes pronunciar sus oraciones con un fervor y un misticismo impresionantes. No obstante el ruido que los cientos de visitantes hacíamos en sus lugares sagrados, ellos no se inmutaban, ni se distraían, permanecían absortos en ese “trance” que los conecta con su deidad suprema.
¿Has sentido alguna vez la grata y bellísima sensación de ese algo al que yo he llamado «cero pensamientos»? Es el hecho de tener tu mente tranquila, sin reflexión alguna; es sólo “estar”, sin pensar. ¿Has tenido la dicha de sentir éso?
Ese momento te “enfoca” al encuentro con ese Ser

Superior que nos ama como somos; que nos entiende sin necesidad de palabras para estar en comunión con Él. Es esa sensación que disfrutan las personas que sumergen su espíritu en los lagos de la meditación, buscan la buena vibra del yoga, recurren
a la oración profunda o cultivan otras disciplinas que, con diversos nombres, son sendas que conducen al encuentro del yo interior.

Como los pensamientos te rigen, si estos son positivos, puedes tenerlo todo. Pero, si tus pensamientos son negativos, te sentirás y actuarás siempre inconforme con tu yo interno, te sentirás infeliz, como si estuvieras en la peor de las miserias.
Puedes ser una mujer bella o un hombre muy atractivo, puedes tener todos los atributos para ser una buena persona: activa, simpática, agradable; pero, si tus pensamientos te alimentan fuerzas negativas desde que te ves en el espejo por la mañana, tu autoestima se sentirá pisoteada y actuarás como esa repulsiva forma de pensar te lo dicta y no como realmente eres.
Esa sensación de estar conmigo, sin pensar en nada, la he vivido plenamente desde hace tiempo, y ha sido tanta su eficacia, que la he aplicado en muchas ocasiones, y con más frecuencia cuando deseo estar conmigo mismo. Insisto en ese momento cuando es tanto el “ruido” de mis pensamientos, que siento que me alejo de mí. De inmediato “regreso” para vivir, para estar en ese presente que comenté en la reflexión anterior, un presente que alimente mi espíritu y llene mi ser. Es ese momento de quietud en el que sientes tu alma, sientes en plenitud la presencia del amor de Dios.
¿Cómo podemos llegar a ese estado, a ese lugar llamado «cero pensamientos»? Es más simple de lo que parece. Y, es tanta mi alegría al poder compartir esto y desear de todo corazón que lo experimentes, que con mucho gusto te guiaré hacia ese lugar en forma práctica y sin complicaciones.
Si al principio no lo logras, no te desesperes. El factor constancia y disciplina son fundamentales en este ejercicio.

Haz tuyo un lugar tranquilo, lleno de silencio, o aderézalo si así lo deseas con alguna bella música que te estimule. Mantén una posición cómoda y cierra tus ojos e intenta poner tu mente en blanco, vacíala. Puedes visualizar mentalmente algún color que te guste o, simplemente, no pienses en nada.
Obviamente, te asaltarán pensamientos que no guardan relación alguna con ese momento. No intentes huir de ellos; sólo “obsérvalos” y ya. Desaparecerán.
Lo que ayuda a superar cualquier circunstancia que nos agobia es dejar que los pensamientos que nos causan tal angustia “se vayan”, desecharlos, no darles cabida n nuestro presente.
Si eso ocurre, concéntrate en tu respiración, regúlala, compásala y batallarás menos en retirar esos nefastos pensamientos. Siente las diferentes partes e tu cuerpo, sólo siéntelas “no las pienses”.

Después de varios intentos, tú llegarás al lugar de los cero pensamientos», ese lugar de quietud y de paz, donde sólo se está y donde te llenas de energía. Te reconfortará más que varias horas de sueño y hará que te sientas en tu “presente”. Es la sensación de vida más grande que existe.
Cuando alguien “vive” en una forma acelerada, obviamente encontrará más largo y tortuoso el camino. Quienes de una u otra forma han experimentado disciplinas que controlan la mente, quienes tienen diálogo frecuente con Dios, no enfrentarán dificultad alguna para explayarse en ese lugar de «cero pensamientos».

Deseo que practiques esa simple fórmula que te he explicado, hasta que llegues a ese lugar “mágico”, a esa sensación que muchas personas han tratado de experimentar por medio de estimulantes y lo único que han encontrado es dependencia y depresión profunda.

La mente merece descanso no sólo durante el sueño. Visitar periódicamente ese lugar, te reconfortará de tal forma que sentirás la carga más ligera y llevadera. No es un procedimiento “mágico”. Es algo que está a tu alcance siempre y cuando lo intentes sin perder la esperanza de lograr llegar a ese “lugar”.
Lo más común es intentarlo y al ver que el “ruido” exterior no nos deja llegar a ese maravilloso lugar, desistimos.
Te pido que no desfallezcas en tus intentos. El esfuerzo y la disciplina serán recompensados gratamente, y cada vez te será más fácil llegar y solamente estar.

Si perseveras en este camino, entrarás felizmente y habrás de encontrarte contigo. Quiero que lo logres, porque sé que es algo de mucho valor; y también quiero que compartas esa sensación, para que muchas personas la disfruten. Por más intenso que sea ese “ruido” que nos hostiga con pesados recuerdos e infundados temores, el lugar de «cero pensamientos», nos aísla de su acoso y nos introduce en la placentera virtud de vivir plenamente el presente.

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