¿Terco o persistente?
Por Dr César Lozano
Hace unos días aprendí algo más de la
vida, cuando escuché una anécdota de parte de una persona allegada a
mi familia, porque me hizo reflexionar sobre el tema que ahora les
comparto. Decía esta persona, que su hijo, un niño de ocho años, es
sumamente persistente. Que lo que se propone lo logra; que no está en
paz hasta que consigue lo que desea, y que es así desde que tiene uso de
razón. Una psicóloga le ha dicho que es una cualidad de líderes. Que
quienes logran algo bueno en la vida son precisamente los que luchan
hasta el cansancio para obtener lo que se proponen.
Sin embargo esta madre de familia, lo
contaba con cierta angustia y hasta con un dejo de desesperación porque
añadió: “Qué bueno que mi hijo tenga madera de líder, pero muchas veces
¡es insoportable! Sí. Porque así como lucha hasta que obtiene lo que
se propone, trata siempre de imponer sus ideas. Se encasilla en que
determinada situación debe ser como él dice y no hay poder humano que lo
haga desistir. ¡Cree firmemente que él siempre tiene la razón! Cuando
quiere que le compren algo es igual: ‘-Mamá quiero un globo. Mamá:
¡quiero un globo! ¿A qué hora me compras el globo? Mamá, a ese niño ya
le compraron su globo. ¡A mí nunca me compras un globo!’”
No sé lo que tú pienses, pero tanta insistencia ha de ser un verdadero martirio. ¿Imagínate esa cantaleta todo el santo día?
Mi padre siempre me ha adjudicado el término de terco y siempre lo asimilé como una cualidad. Pero ahora que ha pasado el tiempo no sé si era persistente o solamente terco. Espero haber sido lo primero. Ahora que escuché esta especie de queja, se me hace que además de ser persistente, fui “algo” terco, porque la línea que divide una forma de ser de la otra, es muy delgada. Por supuesto que quien lucha constantemente por lo que quiere puede lograr más cosas en la vida.
Esto me hizo recordar a un ex compañero del colegio donde estudié: Era obstinado en obtener siempre lo que quería. Se enamoró perdidamente de una muchacha de la preparatoria y su afán por obtener su amor, no tenía límites.
Déjame aclarar algo que considero de importancia en esta situación: el personaje de este relato no era muy agraciado físicamente, por no decir que era feo. FEO con mayúsculas; feo como un automóvil por la parte de abajo. Además, era escaso de carisma o de cierta personalidad que le ayudara en los menesteres del amor. ¿Y quién era objeto de sus elogios y de su afán desmedido por conquistarla? Era una mujer sumamente bella, carismática y agradable. Pero lo más difícil de esa situación, consistía, como era lógico, en que ella era la más asediada de la preparatoria. Dadas las circunstancias, eso significaba un reto difícil ¿no? Por no decir que era algo imposible de lograr.
Pero el hombre no se detenía ante nada y aprovechaba hasta la mínima posibilidad de llamar su atención. Buscaba una y otra forma de complacerla en todo y por todo, llegando al grado de caer en una especie de servilismo. Todos nos dábamos cuenta de que a ella este amigo no le interesaba en ninguna forma; es más, que le era alguien non-grato.
Sin advertirlo, este compañero se convirtió en el prototipo de alguien que lucha por lo que “cree merecer” y no escatima en los recursos para lograrlo. Y no obstante en que se dan casos de “hombre feo con mujer guapa”, este no fue el caso y no logró lo que se proponía, ya que aquella era una misión prácticamente imposible. Sin embargo, en otras muchas áreas de su vida logró trascender. ¿A costa de qué o cómo le hizo? Él es el único que podría contestarlo.
Por eso hoy quiero compartir contigo algunas diferencias que considero importantes entre quienes son persistentes y los que caen en la categoría de ser como dice la sentencia: “tercos como una mula”.
Persistente es quien sabe lo que quiere, lucha por lo que quiere, y procura obtenerlo sin necesidad de pisotear su propia dignidad y la dignidad de los demás. Tiene sus metas claras y analiza las diferentes posibilidades para alcanzarlas, siempre buscando el bienestar propio y de quienes lo rodean. El terco, conoce lo que quiere y lucha por eso, sin medirse en la forma. Para un terco el fin sí justifica los medios. Lucha sin cesar, aunque en su afán se lleve de encuentro a quienes sea necesario. No mide las consecuencias.
Una persona persistente, mide la profundidad de una situación sin precipitarse. Aplica el conocido proverbio chino que dice: “Alguien inteligente, no mide la profundidad de un río con ambos pies”. Conoce sus limitaciones y busca la forma de superarlas. Analiza sus debilidades y las acepta, sin caer en la tentación de sentirse menos por causa de ellas. El terco afirma continuamente que “el que no arriesga no gana”, aunque los pronósticos le indiquen que puede fallar. Se “avienta” continuamente y eso puede llevarlo de fracaso en fracaso. Su justificación cuando falla es simple: “¡Así son las cosas y pues ni modo!”.
Quien es persistente, sabe ser flexible ante las circunstancias de la vida. Se adapta a los cambios y procura modificar su estrategia en caso necesario. Identifica el cambio como algo natural en su vida, y sabe que quien tiene éxito es quien sabe adaptarse a lo que sucede. Recuerda continuamente que nuestras reacciones son fundamentales ante lo que nos sucede y que, como mencioné en el artículo de la semana pasada, el 90 por ciento de lo que nos pasa en la vida es equivalente a las reacciones que tenemos. El terco, por el contrario, no acepta los cambios, ni mucho menos las sugerencias de los demás. Un cambio que no le convenga, significa una agresión hacia su persona. Busca siempre la forma de salirse con la suya.
El persistente, sabe escuchar los argumentos de la otra persona. Analiza sus objeciones y busca la manera de convencer ¡sin hostigar! Cuántos vendedores de seguros conocemos que caen en la obstinación y en la terquedad con el afán de que compremos su producto. No generalizo, obviamente, pero admiro a quien maneja objeciones con profesionalismo sin caer en la terquedad. La preparación y el conocimiento de las reglas básicas en las relaciones humanas, son fundamentales para conocer el manejo de objeciones en la carrera de las ventas. El terco no escucha argumentos que vayan en su contra. Es obstinado en sus pensamientos y acciones, negándose a toda costa en dar cabida a los argumentos de los demás.
Quien tiene el don de persistir, ve los fracasos como oportunidades. Aprende de los errores y procura no volver a cometerlos. Identifica dónde estuvo la falla sin necesidad de buscar culpables. Su afán por llegar a las metas, le impide perder el tiempo en buscar con quién desahogar sus frustraciones. Obviamente, el terco siempre busca culpables de los errores que él comete y hace hasta lo imposible para que otros paguen su error. De esa forma tratan de redimir su falla y seguir obstinados en su afán de lograr lo que se proponen.
Vale la pena analizar nuestras acciones y verificar en cual grupo caemos.
¡Ah! y existe un tercer grupo: lo forman quienes no luchan por lo que quieren. Si les dicen un “no”, lo consideran como una respuesta final. Aceptan como si fuera una ley frases como: “Tú no puedes”. “Es muy difícil para ti”. “Imposible que lo logres”, Etc. Su estilo de vida es aplicar en todo lo que hacen la ley del mínimo esfuerzo. No luchan por sus ideales y adjudican la causa de sus fracasos a los demás, a la mala suerte, al gobierno, o a un castigo divino. Después de todo es preferible caer en la clasificación de “terco”, que estar en la fila de los tibios, pusilánimes o mediocres.
Es bueno tener hijos persistentes, porque lograrán lo que se proponen. Si identificas en ti o en alguien muy allegado a ti, la clasificación de terco, bueno sería que le proporciones este artículo como una lectura más que le puede ayudar en su vida.
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
No sé lo que tú pienses, pero tanta insistencia ha de ser un verdadero martirio. ¿Imagínate esa cantaleta todo el santo día?
Mi padre siempre me ha adjudicado el término de terco y siempre lo asimilé como una cualidad. Pero ahora que ha pasado el tiempo no sé si era persistente o solamente terco. Espero haber sido lo primero. Ahora que escuché esta especie de queja, se me hace que además de ser persistente, fui “algo” terco, porque la línea que divide una forma de ser de la otra, es muy delgada. Por supuesto que quien lucha constantemente por lo que quiere puede lograr más cosas en la vida.
Esto me hizo recordar a un ex compañero del colegio donde estudié: Era obstinado en obtener siempre lo que quería. Se enamoró perdidamente de una muchacha de la preparatoria y su afán por obtener su amor, no tenía límites.
Déjame aclarar algo que considero de importancia en esta situación: el personaje de este relato no era muy agraciado físicamente, por no decir que era feo. FEO con mayúsculas; feo como un automóvil por la parte de abajo. Además, era escaso de carisma o de cierta personalidad que le ayudara en los menesteres del amor. ¿Y quién era objeto de sus elogios y de su afán desmedido por conquistarla? Era una mujer sumamente bella, carismática y agradable. Pero lo más difícil de esa situación, consistía, como era lógico, en que ella era la más asediada de la preparatoria. Dadas las circunstancias, eso significaba un reto difícil ¿no? Por no decir que era algo imposible de lograr.
Pero el hombre no se detenía ante nada y aprovechaba hasta la mínima posibilidad de llamar su atención. Buscaba una y otra forma de complacerla en todo y por todo, llegando al grado de caer en una especie de servilismo. Todos nos dábamos cuenta de que a ella este amigo no le interesaba en ninguna forma; es más, que le era alguien non-grato.
Sin advertirlo, este compañero se convirtió en el prototipo de alguien que lucha por lo que “cree merecer” y no escatima en los recursos para lograrlo. Y no obstante en que se dan casos de “hombre feo con mujer guapa”, este no fue el caso y no logró lo que se proponía, ya que aquella era una misión prácticamente imposible. Sin embargo, en otras muchas áreas de su vida logró trascender. ¿A costa de qué o cómo le hizo? Él es el único que podría contestarlo.
Por eso hoy quiero compartir contigo algunas diferencias que considero importantes entre quienes son persistentes y los que caen en la categoría de ser como dice la sentencia: “tercos como una mula”.
Persistente es quien sabe lo que quiere, lucha por lo que quiere, y procura obtenerlo sin necesidad de pisotear su propia dignidad y la dignidad de los demás. Tiene sus metas claras y analiza las diferentes posibilidades para alcanzarlas, siempre buscando el bienestar propio y de quienes lo rodean. El terco, conoce lo que quiere y lucha por eso, sin medirse en la forma. Para un terco el fin sí justifica los medios. Lucha sin cesar, aunque en su afán se lleve de encuentro a quienes sea necesario. No mide las consecuencias.
Una persona persistente, mide la profundidad de una situación sin precipitarse. Aplica el conocido proverbio chino que dice: “Alguien inteligente, no mide la profundidad de un río con ambos pies”. Conoce sus limitaciones y busca la forma de superarlas. Analiza sus debilidades y las acepta, sin caer en la tentación de sentirse menos por causa de ellas. El terco afirma continuamente que “el que no arriesga no gana”, aunque los pronósticos le indiquen que puede fallar. Se “avienta” continuamente y eso puede llevarlo de fracaso en fracaso. Su justificación cuando falla es simple: “¡Así son las cosas y pues ni modo!”.
Quien es persistente, sabe ser flexible ante las circunstancias de la vida. Se adapta a los cambios y procura modificar su estrategia en caso necesario. Identifica el cambio como algo natural en su vida, y sabe que quien tiene éxito es quien sabe adaptarse a lo que sucede. Recuerda continuamente que nuestras reacciones son fundamentales ante lo que nos sucede y que, como mencioné en el artículo de la semana pasada, el 90 por ciento de lo que nos pasa en la vida es equivalente a las reacciones que tenemos. El terco, por el contrario, no acepta los cambios, ni mucho menos las sugerencias de los demás. Un cambio que no le convenga, significa una agresión hacia su persona. Busca siempre la forma de salirse con la suya.
El persistente, sabe escuchar los argumentos de la otra persona. Analiza sus objeciones y busca la manera de convencer ¡sin hostigar! Cuántos vendedores de seguros conocemos que caen en la obstinación y en la terquedad con el afán de que compremos su producto. No generalizo, obviamente, pero admiro a quien maneja objeciones con profesionalismo sin caer en la terquedad. La preparación y el conocimiento de las reglas básicas en las relaciones humanas, son fundamentales para conocer el manejo de objeciones en la carrera de las ventas. El terco no escucha argumentos que vayan en su contra. Es obstinado en sus pensamientos y acciones, negándose a toda costa en dar cabida a los argumentos de los demás.
Quien tiene el don de persistir, ve los fracasos como oportunidades. Aprende de los errores y procura no volver a cometerlos. Identifica dónde estuvo la falla sin necesidad de buscar culpables. Su afán por llegar a las metas, le impide perder el tiempo en buscar con quién desahogar sus frustraciones. Obviamente, el terco siempre busca culpables de los errores que él comete y hace hasta lo imposible para que otros paguen su error. De esa forma tratan de redimir su falla y seguir obstinados en su afán de lograr lo que se proponen.
Vale la pena analizar nuestras acciones y verificar en cual grupo caemos.
¡Ah! y existe un tercer grupo: lo forman quienes no luchan por lo que quieren. Si les dicen un “no”, lo consideran como una respuesta final. Aceptan como si fuera una ley frases como: “Tú no puedes”. “Es muy difícil para ti”. “Imposible que lo logres”, Etc. Su estilo de vida es aplicar en todo lo que hacen la ley del mínimo esfuerzo. No luchan por sus ideales y adjudican la causa de sus fracasos a los demás, a la mala suerte, al gobierno, o a un castigo divino. Después de todo es preferible caer en la clasificación de “terco”, que estar en la fila de los tibios, pusilánimes o mediocres.
Es bueno tener hijos persistentes, porque lograrán lo que se proponen. Si identificas en ti o en alguien muy allegado a ti, la clasificación de terco, bueno sería que le proporciones este artículo como una lectura más que le puede ayudar en su vida.
¡Ánimo!
Hasta la próxima.
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