martes, 24 de febrero de 2015

Celoso

Celoso

Por Dr César Lozano

Seguramente alguna vez habrás escuchado a alguien exclamar muy pensativo:
“Lo que daría por leer su mente.”
“Nada me daría más gusto que investigar a fondo qué es lo que verdaderamente siente por mí.”
“Es que no me preocupa él, ¡sino la bola de lagartonas con las que trabaja!”
“Nadie te va a querer como te quiero y hay de ti que sepa algo.”
Frases más o frases menos pero todas por el estilo, nos hablan de esa gran necesidad de aprobación que tenemos los seres humanos y especialmente, del miedo a que el amor que manifestamos no sea valorado y no sea recíproco.

Es cierto que el temor es un sentimiento normal y hasta cierto punto necesario para esforzarnos en ser mejores, porque  dime si no sientes bonito cuando la persona amada te cela de alguna manera sutil y hasta amorosa. Te sientes  como ¡producto utilizable y de primera necesidad! Me refiero a esos celos “sabrosos” que te hacen sentir que vales, que te aman de veras.

Pero cuando esos celos se manifiestan en exceso  y con la intención de controlar los actos, sentimientos o emociones de la persona amada, los celos pueden ser un verdadero problema. El amor es un bellísimo sentimiento, que puede ser manifestado de muchas formas,  pero cuando aparecen los celos desmedidos o descontrolados, pueden hacer de ese sentimiento un verdadero suplicio, un verdadero infierno.

Hace pocos días,  un participante en unos de mis seminarios compartía su gran preocupación por la forma en que su esposa analiza cada palabra, cada movimiento que el hace en su vida.  Investiga llamadas realizadas y recibidas en su celular y no solo eso, sino que constantemente llama a su oficina para saber si se encuentra ahí. Es más: ¡hasta verificaba su ropa interior! “Y ni qué decir si por algún motivo me retraso” –decía -, “¡olvídate!  Me hace todo un tango”.

Cuando le pregunté desde cuándo reaccionaba así su esposa,  me contestó que desde hacía varios meses, a raíz de una “mentirita detectada.” “¿Mentirita?”  -le pregunté-. “¡Bueno, me pescó en la maroma!” Pues claro, pensé yo: la burra no era arisca,  ¡la hicieron!

Con excepción de estos casos “raros” de infidelidad, (dije bien ¿verdad?) los celos sin causa y en exceso son considerados como una enfermedad,  llamada también celotipia.  Las causas son muchas y muy variadas pero siempre que conozco algún caso  así,  analizo puntos que son en común:
  •     Personas que aman demasiado y tienen gran temor de perder el cariño de la otra persona.
  •     Baja autoestima.
  •     Persona con un pasado de relaciones tormentosas, en las que el amor se manifestaba de manera agresiva y posesiva.
  •     Antecedentes de padres celosos y posesivos.
  •     Desconfianza de la persona en cuestión.
Puede haber más, pero he llegado a la conclusión que estas son las más comunes.

De acuerdo con  los expertos en el tema, la obsesión ocurre cuando la relación le genera a uno de los integrantes un continuo y profundo malestar, pudiendo llegar a alterar y paralizar su vida cotidiana,  o porque ese malestar le haga perder la capacidad de controlar sus impulsos y mantener comportamientos racionales.
En otras palabras, el celoso o celópata, no deja vivir al otro en paz y lo convierte en el centro de su existencia, relegando todo lo demás a un segundo plano. Busca  siempre saber más sobre él o ella, vigila todos y cada uno de sus movimientos;  su dependencia emocional es tan fuerte, que puede compararse a una adicción e inclusive, el no saber todo lo que hace o piensa que tanto ama y el dudar de su amor,  puede ser comparado con los signos y síntomas de un síndrome de abstinencia.

La desconfianza, la inseguridad y la baja autoestima son la principal causa de los celos enfermizos y hacen sentir al celoso un verdadero pánico ante la posibilidad de que la otra persona no manifieste su amor como lo hace él. Leí algo que me hizo reflexionar  sobre todo lo que se ha escrito de esta enfermedad relacionada con los celos en extremo. Explicaba la necesidad de  que para no tener celos debo de estar completo. Los celos surgen no por malicia,  sino porque simplemente se puede tener un sentimiento de no estar completo con lo tengo,  con lo que soy,  y trato de llenarme en esa forma. Al ver a alguien que aparentemente, está más completo que yo, tengo una sensación extraña, como un resentimiento.
El método de vivir en armonía, sin celos, es entender que lo que tengo es perfecto y me basta.  El sentir o afirmar esto,  me llevará a un estado más elevado de conciencia y consecuentemente no voy a sentir celos  por los demás. Cuando una persona se siente amada, llena y valorada, no tiene porque  sentir celos de nadie ni de nada.

Te pido que analices tus emociones, especialmente las que hayas tenido en tus relaciones anteriores. ¿Es frecuente en ti actuar de esa manera? Te sugiero que cultives tu propio espacio personal. No bases toda tu vida y tus decisiones solamente en tu pareja, porque terminarás por anular tu propia personalidad.

No intentes cortar de tajo a sus amistades de siempre,  porque  tu pareja siempre te lo reprochará  y llegará el momento en que esa acción  se revertirá sobre ti con el tedio y el desgano en la relación. Por último,  te sugiero que vivas el aquí y el ahora. Deja de hacer con tu mente historias inverosímiles de hechos que no han sucedido y que tal vez  nunca sucederán. Vive el momento y lleva con tu presencia la armonía  a donde quiera que vayas.

Vive de tal manera que cuando no estés, se te extrañe.


¡Animo!
Hasta la próxima.

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