Por Dr César Lozano
“¡No agarres eso!” ¡Ya te dije que No!” “¡No te acerques a la puerta!”
“¡No te pongas eso!” ¿Cuántas veces repetiremos la palabra “No”?
¿Cuántas negaciones haremos a la gente que queremos, especialmente a nuestros hijos? Cientos de veces los padres mencionamos la palabra “no”, y lo peor del caso es que entre más la mencionamos más disminuye nuestro poder de persuasión. Así como te lo digo; entres más digamos ¡No!, establecemos una costumbre tal, que los niños ya no nos hacen caso.
“¡No te pongas eso!” ¿Cuántas veces repetiremos la palabra “No”?
¿Cuántas negaciones haremos a la gente que queremos, especialmente a nuestros hijos? Cientos de veces los padres mencionamos la palabra “no”, y lo peor del caso es que entre más la mencionamos más disminuye nuestro poder de persuasión. Así como te lo digo; entres más digamos ¡No!, establecemos una costumbre tal, que los niños ya no nos hacen caso.
Y lo peor de esto, es que a veces por
rebeldía hacen precisamente lo contrario a lo que se les ordena. En
otras palabras, el exceso en el uso del vocablo “No”, hace que ni
aprendan lo que uno quiere, ni obedezcan.
Esto tiene un término. Los especialistas le llaman “noísmo”. Buscando este término encontré una definición que me gustó: Momento de la infancia en el que los padres de familia no son capaces de demostrar con el ejemplo lo que sí puede hacerse y lo que no.
Esto tiene un término. Los especialistas le llaman “noísmo”. Buscando este término encontré una definición que me gustó: Momento de la infancia en el que los padres de familia no son capaces de demostrar con el ejemplo lo que sí puede hacerse y lo que no.
Viene a mi mente el contenido de una
conferencia que hace años escuché, en la que el expositor enfatizaba
sobre esa costumbre que puede adquirir la mente al ya no escuchar o
poner atención en la palabra no. Se acostumbra a oírla tanto, que es
como si le estuvieran insistiendo en hacer lo contrario; ¡hazlo! ¡hazlo!
y es porque lo prohibido, como que llama más la atención.
Esta etapa de noísmo se manifiesta más fuertemente cuando los niños tienen de 1 a 6 años. Es precisamente en este lapso cuando el niño tratará de no acatar las instrucciones que se le den, no como señal de rebeldía, sino con el fin de medir sus fortalezas, medir su capacidad de que enfoquen la atención en él y valorar quién manda más: él o sus padres.
Si nos ponemos a analizar por qué usamos tanto la palabra “No”, llegaremos a la conclusión de que mucho tiene que ver con esa sobreprotección que damos a nuestros hijos; ese miedo a que les suceda algo malo; esas ganas que todos los padres sentimos de tener presente lo que no es permitido y lo que deben evitar “por su bien”.
Amamos profundamente a nuestros hijos, pero a veces ese amor desmedido puede ocasionar un daño al evitar que tengan alternativas para tomar decisiones.
Estoy convencido que la clave es el equilibrio. Cuando usamos el “No” con medida y permitimos que el niño también tome sus propias decisiones es cuando podemos saber que estamos haciendo algo por su bien. Generar un ambiente negativo donde no exista la libertad y se ponga límites en todo lo que se quiera hacer, es sumamente peligroso. Podemos ocasionar con esto dos cosas: Que se acostumbre a la negativa constante o que dependa de la aprobación de los demás en todo lo que emprenda. ¿No crees que es un precio muy alto el que se pagaría?
Quiero compartir contigo algunos tips que te pueden ayudar a evitar el constante “No” como respuesta:
Esta etapa de noísmo se manifiesta más fuertemente cuando los niños tienen de 1 a 6 años. Es precisamente en este lapso cuando el niño tratará de no acatar las instrucciones que se le den, no como señal de rebeldía, sino con el fin de medir sus fortalezas, medir su capacidad de que enfoquen la atención en él y valorar quién manda más: él o sus padres.
Si nos ponemos a analizar por qué usamos tanto la palabra “No”, llegaremos a la conclusión de que mucho tiene que ver con esa sobreprotección que damos a nuestros hijos; ese miedo a que les suceda algo malo; esas ganas que todos los padres sentimos de tener presente lo que no es permitido y lo que deben evitar “por su bien”.
Amamos profundamente a nuestros hijos, pero a veces ese amor desmedido puede ocasionar un daño al evitar que tengan alternativas para tomar decisiones.
Estoy convencido que la clave es el equilibrio. Cuando usamos el “No” con medida y permitimos que el niño también tome sus propias decisiones es cuando podemos saber que estamos haciendo algo por su bien. Generar un ambiente negativo donde no exista la libertad y se ponga límites en todo lo que se quiera hacer, es sumamente peligroso. Podemos ocasionar con esto dos cosas: Que se acostumbre a la negativa constante o que dependa de la aprobación de los demás en todo lo que emprenda. ¿No crees que es un precio muy alto el que se pagaría?
Quiero compartir contigo algunos tips que te pueden ayudar a evitar el constante “No” como respuesta:
- Busca utilizar el “No” en casos necesarios y prioritarios; cuando su integridad verdaderamente se vea en peligro. Evitarla en cuestiones simples e intrascendentes o solamente con el fin de poner límites y marcar el territorio de nuestro liderazgo como padres.En lugar de la negativa constante, da opciones. Evita decir: “¡No comas esto!”. Mejor di: “Es mucho más saludable comer esto.”
- Festeja sus logros por pequeños que sean. Eso fortalece su autoestima y seguridad.
- Invítalo a tomar decisiones. Estoy convencido que es una forma de acrecentar la madurez del niño. En lugar de decir: “¡No hagas mugrero!”, “No dejes tirado esto”, mejor invítalo a tomar una decisión: “Si lo dejas así, vas a tener que levantar todo. Tú decide: lo recoges ahora o en media hora. Decide.”
- Son cuatro alternativas que te pueden ayudar a no utilizar en forma desmedida la palabra “no”.
- Sé que educar y poner límites con amor es tarea fundamental en la actualidad, pero también me doy cuenta que el hostigamiento continuo con la palabra “no”, hace que no solamente los niños, sino cualquier persona, se adapte y se acostumbre a la negatividad.
- Hablando de amor y de sobreprotección, quiero compartir contigo una historia muy representativa:
Una madre y su hija estaban caminando por la playa. En cierto punto la hija le preguntó: “Mamá, ¿cómo se hace para mantener un amor?” La madre miró a la hija y respondió: “Toma un poco de arena con tu mano y ciérrala con fuerza”. La joven así lo hizo y se dio cuenta que cuanto más fuerte apretaba la mano con más velocidad la arena se escapaba. “Madre, -le dijo- ¡la arena se sale!” “Ya lo sé”, -contestó la madre-, ahora abre completamente la mano.” Así lo hizo la muchacha y en ese momento vino un viento fuerte y se llevó la poca arena que había quedado en su mano.
La madre, siempre sonriendo le dijo: “Ahora toma otra vez un poco de arena y mantenla en tu mano como si esta fuera una cuchara; con los dedos suficientemente cerrados para protegerla y la mano algo abierta para darle libertad”. La joven lo hizo y vio que la arena no se le escapaba de la mano y estaba protegida del viento. “Esa es la forma como puedes hacer que un amor perdure; dándole protección y al mismo tiempo libertad”.
Vale la pena reflexionar en este tema. Y sobre todo ponerlo en práctica.
¡Animo!
Hasta la próxima.
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